La antropología social ha demostrado ser particularmente efectiva en el ámbito de la innovación en el sector del automóvil y el desarrollo de los “coches inteligentes”. Este artículo pretende explicar cómo se ha articulado esta relación y aporta algunas referencias útiles para cualquier antropólogo o antropóloga que desee interesarse en el desarrollo del automóvil autómata: el automóvil del futuro.
Progresivamente la tecnología va cobrando mayor relevancia en las sociedades contemporáneas, sustituyendo gradualmente muchas de las tareas que el ser humano solía realizar o bien acompañando a este en su cotidianidad.
Los avances tecnológicos se han notado también en el sector del automóvil, mejorando el modo en el cual nos desplazamos, e igualmente se han producido mejoras relacionadas con el coste de los vehículos y los efectos de sus usos para el medioambiente.
Uno de los aspectos más importantes aún por perfeccionar es la seguridad, ya que los efectos sobre ésta no serán positivos hasta que no construyamos un sistema que orbite alrededor del usuario y de sus necesidades, y la forma en la cual éste interacciona con los estímulos presentes en la conducción (Kumar en Parkes y Franzen 1993).
Para tal tarea necesitamos saber dos cosas muy importantes, la primera es establecer cuáles son las necesidades del usuario del vehículo y segundo, que debería saber el vehículo sobre el conductor.
LA NUEVA ERA DE LA CONDUCCIÓN
El ser humano es una especie nómada, y desde sus principios ha estado en constante movimiento. Ha sido una criatura adaptada a vivir y desplazarse en la naturaleza, durante el dia y a velocidades muy bajas, haciendo uso de sensores, un sistema nervioso central y unas propiedades musculares adaptadas a tales condiciones.
Mientras que la carga muscular se ha ido reduciendo, las demandas mentales como la percepción y la atención han ido creciendo. Como consecuencia, tenemos un ser humano con características de la edad de piedra controlando maquinarias pesadas y rápidas en un entorno repleto de señales artificiales (Kumar en Parkes y Franzen 1993).
Recientemente hemos pasado de preocuparnos de construir un sistema de carreteras seguras, que aguanten el clima y el desgaste, a concentrarnos en los problemas relacionados con el usuario del vehículo, especialmente los dilemas relacionados con la información recibida y las decisiones.
Gradualmente, la importancia del conocimiento del usuario, lo que podríamos llamar como user experience o user needs, se vuelve imprescindible en un mundo donde tanto los productos como los servicios se vuelven cada vez más personalizados.
En la actualidad, las instituciones privadas, aunque también las públicas, hacen énfasis en descubrir las particularidades de cada sujeto y el modo en el cual el/ella interacciona y da uso y significado al producto o servicio en concreto.
Actualmente, somos testigos de un fenómeno sin precedentes en la historia de la humanidad: la mayoría de la población mundial permanece en una constante conexión y puede producir y consumir productos, servicios, arte etc. con una gran facilidad. Ante este panorama, donde el consumidor, se ha vuelto más dinámico, más plural, más diverso, más exigente, es donde se hace necesario el estudio sobre las verdaderas necesidades de usuario y el modo en el cual esos requerimientos se pueden satisfacer.
Los automóviles del futuro deberán ser capaces de proporcionarnos las alternativas que más se acercan a nuestras necesidades, teniendo en cuenta no solamente al conductor del vehículo y su tripulación sino también al resto de los vehículos implicados en el tráfico, así como a los peatones, mientras que respeta y cumple con las normas de tráfico.
Para tal misión debemos imaginar el acto de la conducción como un acto social.
CUANDO LA CONDUCCIÓN SE VUELVE SOCIAL
En la misma línea de investigación encontramos el trabajo realizado por Erik Vinkhuyzen y Melissa Cefkin durante el proceso de desarrollo de los Vehículos Autónomos (AV), donde el primer paso fue reconocer que la conducción no es una acción meramente técnica en la cual solamente se ha de tener en cuenta la velocidad, la distancia, el tiempo etc., sino que inherentemente tal acción se vuelve parte de lo social, ya que los conductores se relacionan entre sí, con los peatones y ciclistas, dentro de un conjunto de señales y símbolos que los guían.
Es justamente en la implicación social de la conducción donde los antropólogos tendrían un nicho de aplicabilidad de su profesión, más específicamente en la traducción de las prácticas sociales de la conducción en algoritmos viables para poder diseñar estos vehículos autónomos. La meta es conseguir que los VAs se integren en el sistema de conducción de una forma socialmente aceptable (Cefkin y Vinkhuyzen 2016), lo que significa que se ha de entender qué ocurre cada vez que una persona se sube al volante.
La respuesta es que el acto de la conducción innegablemente social, una mezcla de personas que intentan hacerse paso hacia sus destino, usando una variedad de modos de transporte del modo que es inevitable que se produzca una interacción, todo esto dentro de un sistema de circulación reglado.
Lo verdaderamente desafiante en la elaboración de los VAs es poder traducir el comportamiento impulsivo, aleatorio y social del ser humano en algoritmos que ofrecen la capacidad de cálculo y decisión a estos sistemas de Inteligencia Artificial (IA).
Cuando salimos a la calle hacia nuestro destino, tanto los conductores de los vehículos como los peatones hacemos parte de un sistema reglado por una gran cantidad de normas, señales y símbolos que nos regula a la hora de desplazarnos. El reto es traducir el comportamiento social y el acuerdo mutuo en el sistema de conducción que se encuentra afuera del sistema reglado de tráfico.
Son las particularidades de cada instante las cuales se escapan al cálculo.
Muchas veces hacemos maniobras necesarias aunque incumplamos las reglas del tráfico, algunas veces cruzamos cuando el semáforo está en rojo solamente porque seguimos a otro peatón por inercia, otra veces como peatones no nos ponemos de acuerdo con un conductor de un vehículo en quién pasa primero y creamos una situación de inseguridad en ambos.
Todas estas innumerables interacciones entre los peatones, los conductores de vehículos y ciclistas merecen ser estudiadas para poder realizar no solamente un vehículo capaz de pensar por sí mismo, sino para cambiar el sistema de conducción actual, hacerlo más seguro y más ligero.
Un primer paso es reconocer que la economía y la tecnología son manifestaciones culturales, reflejo de nuestros deseos y fetiches, y sobre esta base podremos trabajar por un futuro ético en estos dos ámbitos que satisfaga las necesidades reales de la humanidad. La tecnología es la libertad creativa del ser humano, es el don que posee la humanidad para forjar su propio destino, y por tanto merece la atención, esfuerzo y cuidado necesario.
La antropología, como disciplina madre de la sociedad y la cultura, debe ser líder en aportar tanto el conocimiento como las técnicas de análisis y la comprensión, para poder alcanzar el progreso humano, dicho de otra forma, la innovación.
Referencias:
- Parkes, M. & Franzen, S. (1993) Driving future vehicles. Taylor & Francis Ltd., London.
- Vinkhuyzen, E. & Cefkin, M. (2016) Developing Socially Acceptable Autonomous Vehicle. 2016 Ethnographic Praxis in Industry Conference Proceeding, p. 522-534.
Fuente: Antropología 2.0
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