
El dolor lumbar crónico reduce el volumen del núcleo accumbens, de manera que aumenta el deseo de comer alimentos con un alto contenido en grasas y azúcares.
Las personas que sufren dolor lumbar crónico, es decir, un daño continuo durante al menos seis meses, corren el riesgo de que su peso aumente. No porque el sufrimiento le impida moverse o practicar deporte, sino porque su conducta alimentaria se altera a nivel cerebral, de modo que sienten una mayor necesidad de comer grasas y azúcares. La estructura del cerebro relacionada con este fenómeno es el núcleo accumbens. Los resultados se publican en PLoS ONE.
Desde hace tiempo se sabe que el dolor crónico de cualquier tipo se acompaña de una disminución de la motivación, pero también de un aumento de peso, incluso en pacientes que mantienen una actividad física regular. También se conoce que las personas obesas sufren dolor con mayor frecuencia que las que presentan un peso saludable, pero hasta ahora se ignoraba el vínculo entre el dolor y la obesidad; tampoco se sabían los mecanismos involucrados.
Paul Geha, de la Universidad de Rochester y otros investigadores se plantearon que la clave de todo ello debía hallarse en un mecanismo cerebral. Con el objetivo de averiguarlo, entrevistaron y examinaron a cerca de cien personas que sufrían dolor lumbar agudo (al inicio del estudio y durante aproximadamente un año) o dolor de espalda crónico (durante varios años). Solicitaron a los participantes que completaran unos cuestionarios sobre placer y dolor. También les ofrecieron alimentos altos en grasa y azúcares (galletas y helados, entre otros). Mediante escáner cerebral registraron la actividad de su encéfalo. ¿Resultado? Los pacientes con dolor crónico y los que habían sufrido dolor de espalda durante todo el estudio mostraron una conducta alimentaria alterada y señales de saciedad reducidas después de comer alimentos grasos y azucarados en comparación con los participantes sin dolor y aquellos que presentaban un dolor lumbar grave, pero que sanaron antes de finalizar la investigación.
Constataron que a las personas que sufrían un daño grave les resultaba cada vez más difícil resistirse a los alimentos ricos en calorías. En su cerebro, el núcleo accumbens era más pequeño que el de los participantes que no tenían dolor o que ya no lo sentían. Dicha estructura, que forma parte del sistema de recompensa cerebral, desempeña un papel esencial en la toma de decisiones, sobre todo, en el comer «hedónico», es decir, comer por placer.
Según concluyen los autores, el dolor, si se vuelve crónico, modifica la estructura del núcleo accumbens que, a su vez, promueve el consumo hedónico de alimentos ricos en azúcares y grasos. De ahí el riesgo de padecer obesidad. Otros estudios ya habían relacionado el núcleo accumbens con la obesidad, pero esta es la primera vez que se demuestra que la reducción de su volumen, ligada al dolor, altera la conducta alimentaria.
Bénédicte Salthun-Lassalle
Fuente: INVESTIGACIÓN Y CIENCIA
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