La visibilidad social de la violencia doméstica contra la mujer

“La violencia contra las mujeres también tiene consecuencias generacionales, porque cuando las mujeres son objeto de actos violentos, sus hijos sufren”

América Latina es el lugar más letal para ellas fuera de una zona de guerra, según ha señalado ONU Mujeres. Las cifras que registra el organismo advierten de que en 2017 murieron 2.559 víctimas de la violencia machista. Aunque este informe no incluye a México ni a Colombia. Las dificultades para homologar los datos entre los diferentes países, incluso entre las entidades de un mismo país, complica el diagnóstico.

La violencia contra las mujeres también tiene consecuencias generacionales, porque cuando las mujeres son objeto de actos violentos, sus hijos sufren. Un cúmulo creciente de evidencias científicas indica que los niños que han sido testigos de hechos de violencia o que los han sufrido directamente corren más riesgos de convertirse en agresores o en víctimas en la edad adulta. Asimismo, es común que la violencia contra las mujeres y la violencia contra los niños ocurran en los mismos hogares. Además de los costos humanos, la violencia contra las mujeres drena el presupuesto de los sectores de la salud y de la justicia, debido a los gastos de tratar a las sobrevivientes y procesar a los agresores, aparte de los costos por pérdida de productividad y ausentismo.

  En Europa un análisis de  10 estudios de  prevalencia de la violencia domestica llevado a cabo por el Consejo de Europa (2002) obtiene resultados consistentes: una de cuatro mujeres experimenta la violencia doméstica en algún momento de su vida y entre el 6 por 100 sufren malos tratos anualmente. En España, según las últimas estimaciones, entre el 3,6 por 100 y el 9,6 por 100 de las mujeres mayores de 18 años han sufrido malos tratos en el último año (Instituto de la Mujer, 2006). Además de las importantes consecuencias en la salud física y mental de las mujeres maltratadas, así como los graves costes económicos y sociales de la violencia contra la mujer, según el informe elaborado por el Consejo de Europa, las estadísticas apuntan  que la violencia en el seno de la familia sería la principal causa de muerte e invalidez de la mujeres de 16 a 44 años, por delante del cáncer o los accidentes de tráfico.

    No obstante, cuando se comparan las estimaciones de la prevalencia e incidencia contra la violencia doméstica contra la mujer con el número de víctimas oficialmente reconocidas, es decir, aquellas que se basan en las denuncias de malos tratos registradas, nos encontramos con una distancia abismal. Esto da lugar a un fenómeno conocido como la metáfora del iceberg de la violencia domestica (Gracia, 2002). De acuerdo con esta metáfora, los casos registrados, las denuncias de malos tratos, representan tan sólo una pequeña parte de las verdaderas dimensiones del problema. La mayor parte de los casos de violencia quedaría por debajo de la línea de flotación del iceberg, es decir, serian social y oficialmente invisibles. Al igual que otras conductas contranormativas que tienen lugar en un entorno privado, la violencia contra las mujeres en el ámbito de las relaciones de pareja se denuncia con muy poca frecuencia. Por ejemplo, según una encuesta realizada en el año 2006, el 3,6 por 100 de las mujeres españolas se consideraron víctimas de la violencia domestica durante el años anterior, y el 9,6 por 100 fueron consideradas “técnicamente” maltratadas. Durante esos años se produjeron 62.170 denuncias. Un número de denuncias que representaría únicamente alrededor del 3,7 por 100 de las mujeres consideradas técnicamente como maltratadas, o el 10,1 por 100 de las mujeres que se definieron así mismas como maltratadas. Estos datos ilustran el hecho de que las denuncias por malos tratos producidos por el compañero íntimo constituyen tan sólo la punta del iceberg de las dimensiones “reales” estimadas de este problema.

    No es suficiente, sin embargo, afirmar que no se conocen más casos debido al número reducido de denuncias y a la búsqueda tardea de ayuda. Aunque es importante entender las verdaderas razones que explican esa búsqueda tardía de ayuda y el escaso número de denuncias, las preguntas de por qué se tarda tanto en buscar ayuda o en denunciar una situación de violencia, o por qué se soportan años de malos tratos,  se debería reformular por otras preguntas, a saber: ¿por qué no se brinda ayuda antes? Si la prevalencia de la mujer es tan alta y, con frecuencia, crónica, ¿esas situaciones pasan desapercibidas para el entorno social de la víctima?, ¿es realmente invisibles toda la parte sumergida del iceberg? Y debemos preguntarnos por las actitudes y respuestas del entorno social que rodea a las víctimas, porque sabemos que los malos tratos contra las mujeres no pasan desapercibidos, no son invisibles para el entorno social que rodea  a las víctimas. Por ejemplo, en un Eurobarometro de la Comisión Europea sobre los puntos de vista de los europeos acerca de la violencia doméstica contra las mujeres, cuando se preguntó si conocían a alguna mujer que hubiera sido víctima de alguna forma de violencia doméstica, el 11 por 100 respondieron que conocían a alguien   en su lugar de trabajo o estudios, el 18 por 100 conocían a alguien en su vecindario y el 19 por 100 conocían a alguien en su círculo de amistades o familiares. Además el 7 por 100 de los encuestados afirmaba conocer a personas que habían sometido a una mujer a alguna forma de violencia en su lugar de trabajo o estudios, el 16 por 100 conocía a alguien en su vecindario y el 17 por 100 en su círculo de amistades o familiares (European Commission, 1999).

      Éste es un fenómeno escasamente analizado y que merece una mayor reflexión si se desea un avance significativo en la intervención y prevención de este problema social. Es éste un fenómeno, que nos obliga a reflexionar sobre las actitudes del entorno social que rodea a las víctimas. Actitudes sociales que constituyen parte del problema de la violencia doméstica contra la mujer pero que, en la medida en que se produzca un cambio sustantivo en esas actitudes, también constituirán parte de la solución a este problema.

Por José Antonio Trujillo

Referencias:

Gracia, E. (2002). Las víctimas invisibles de la violencia familiar. El extraño iceberg de la violencia doméstica. Barcelona: Paidós.

Gracia, E. (2009). Violencia doméstica contra la mujer: El entorno social como parte del problema… y de su solución. En F. Fariña, F., R. Arce y G. Buela-Casal (Eds.), Violencia de género: Tratado psicológico y legal. Madrid: Biblioteca Nueva.

Guedes, Alessandra; García-Moreno, Claudia; Bott, Sarah, (2014) “Violencia contra las mujeres en Latinoamérica y el Caribe”, Foreign Affairs Latinoamérica, Vol. 14: Núm. 1, pp. 41-48. Disponible en: http://www.fal.itam.mx

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3 marzo 2022

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