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El mecanismo empleado por estos dos flavivirus ha sido comprobado tanto en ratones como en humanos. El cambio en el olor atraería a nuevos mosquitos, que picarían al huésped para beber su sangre infectada y luego trasladar el virus a su próxima víctima.
Los mosquitos son algunos de los portadores, o vectores, de enfermedades más peligrosos del mundo. De hecho, con más de 750.000 muertes provocadas cada año, los mosquitos se sitúan, sin ningún competidor que medianamente les siga de cerca, en el animal más letal del mundo. Entre algunas de las enfermedades transmitidas por estos chupadores de sangre se encuentran algunas tan conocidas como la malaria, el virus del Nilo, la fiebre amarilla o la encefalitis japonesa.
Pero también el dengue o el zika, y es sobre estas dos últimas enfermedades que ahora un equipo de científicos liderado por la Universidad de Pekín acaba de hacer un hallazgo muy relevante. Los resultados de su investigación, se publican esta semana en la revista Cell bajo el título A volatile from the skin microbiota of flavivirus-infected hosts promotes mosquito attractiveness, en el cual se defiende que estos dos virus modifican el olor de sus huéspedes para atraer a los mosquitos y facilitar su propia supervivencia.
VIRUS QUE UTILIZAN A LOS MOSQUITOS
El dengue es una enfermedad que se transmite por mosquitos en áreas tropicales de todo el mundo y, ocasionalmente, en algunas áreas subtropicales. Entre los síntomas de la enfermedad, se encuentran fiebres altas, sarpullidos y dolores, sin embargo, en ocasiones estos pueden escalar hasta provocar fuertes hemorragias e incluso la muerte. De hecho, según el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosa de Estados Unidos, cada se producen en el mundo más de 50 millones de casos de dengue, de los cuales alrededor de 20.000 resultan letales, la mayoría de ellos en niños.
El zika es otra enfermedad viral transmitida por mosquitos de la misma familia que el dengue: los mosquitos del género Aedes. Aunque es poco común que el zika cause una enfermedad grave en adultos, un brote reciente en América del Sur provocó defectos de nacimiento graves en los fetos de mujeres embarazadas infectadas.
Estos virus, ambos englobados en los llamados flavivirus, dependen para sobrevivir y reproducirse, tanto de los huéspedes que infectan como de los vectores mediante los que se propagan, en este caso los moquitos. Si falta cualquiera de estos, es decir, si todos los potenciales huéspedes desaparecen o si todos los mosquitos mueren, el virus desaparecerá con ellos.
Por ejemplo, durante el brote de fiebre amarilla que tuvo lugar en Filadelfia en el año 1793, la llegada de las heladas de otoño mató a los mosquitos locales y el brote terminó. En climas tropicales, por el contrario, la ausencia de heladas provoca que siempre haya mosquitos, por lo que el virus solo necesita que uno de estos pique a un animal huésped infectado para propagarse. Pero la cosa no queda ahí, porque lo ahora acaba de descubrir el equipo liderado por el investigador de la Universidad Tsinghua Gong Cheng, y autor principal del trabajo, es que los virus del zika y el dengue parecen haber desarrollado una forma furtiva de aumentar sus probabilidades de dispersión y supervivencia, como decíamos, modificando el olor de la piel de sus huéspedes.
ZIKA Y DENGUE, UNA GUERRA QUE SE LIBRA EN TU PIEL
Los investigadores sospechaban que el dengue y el zika podrían estar manipulando a los huéspedes de alguna forma para atraer a los mosquitos. Así, es un hecho comprobado que tanto la malaria como la inflamación general pueden cambiar el olor de las personas, por lo que pensaron que la infección viral por dengue y zika podrían exhibir el mismo mecanismo.
Para corroborar su hipótesis, lo primero en lo que se se centraron los científicos fue en comprobar si los mosquitos mostraban preferencia por ratones infectados por las enfermedades. De hecho, cuando a los mosquitos se les ofreció elegir entre ratones sanos o ratones enfermos de dengue, los mosquitos se sintieron más atraídos por los ratones infectados con dengue.
Luego analizaron las moléculas olorosas de la piel de ratones infectados y sanos, y de este modo identificaron varias de ellas que eran más comunes en los segundos y las probaron individualmente. Así las aplicaron tanto a ratones como en las manos de voluntarios humanos sanos y descubrieron que una molécula concreta, la acetofenona, era especialmente atractiva para los mosquitos. Por otra parte, las pruebas realizadas en pacientes humanos con dengue mostraron lo mismo: que una mayor producción de acetofenona los hacía más atractivos para los mosquitos.
La acetofenona es producida por algunas bacterias del tipo bacillus que crecen en la piel humana y de ratón. Normalmente, la piel produce un péptido antimicrobiano que mantiene a raya a las poblaciones de bacilos. Pero resulta que cuando los ratones están infectados con dengue y Zika, no producen tanto péptido antimicrobiano y el bacilo crece más rápido. “¡Es así que el virus puede manipular el microbioma de la piel de los huéspedes para atraer más mosquitos y propagarse más rápido!” explica Penghua Wang, inmunólogo de UConn Health y otro de los coautores del estudio. Los hallazgos podrían explicar cómo los virus de los mosquitos logran persistir durante tanto tiempo.
Sin embargo, los investigadores también se embarcaron en la búsqueda de la forma de paliar este efecto, por lo que suministraron a los a ratones con dengue un tipo de derivado de la vitamina A llamado isotretinoína, y conocida por aumentar la producción del péptido antimicrobiano de la piel. De este modo, los ratones tratados con isotretinoína emitieron menos acetofenona, lo que redujo su atractivo para los mosquitos y redujo potencialmente el riesgo de infectar a otros potenciales huéspedes con el virus.
El equipo explica que el próximo paso es analizar más pacientes humanos con dengue y zika para averiguar si esta conexión entre el olor de la piel y el microbioma se produce de la misma manera en el mundo real, es decir, al margen de las condiciones controladas del laboratorio, y para comprobar si la isotretinoína reduce la producción de acetofenona tanto en humanos como en ratones enfermos. Quizá estemos ante los primeros pasos para encontrar la fórmula de una nueva generación de repelentes de mosquitos, y con ello, ante la posibilidad de salvar cientos de miles de vidas cada año.
Fuente: NATIONAL GEOGRAPHIC
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